Por milenios, el hombre en su afán de conocimiento ha pensado que el control de su propio ser radica solamente en controlar la materia, controlando las sensaciones físicas, controlando lo que siente el cuerpo como por ejemplo la sensación de sonido en nuestros oídos. Nos hemos limitado únicamente a nuestros sentidos físicos, dejando de lado nuestro aspecto sensorial. El verdadero control radica en el control de nuestras sensaciones mentales, aquello que hemos denominado pecados capitales: la ira, la envidia, la gula, la soberbia, la avaricia, la lujuria y la pereza
¿Como doblegamos o controlamos algo que aún no comprendemos? Lo primero que debemos tener en cuenta es la Ley Universal de la Polaridad: No puede existir elemento alguno con un solo polo. Para cada elemento existe su antítesis, su parte contraria. Así, en nosotros, cada virtud relacionada con cada uno de nuestros centros magnéticos o Chakras, cada uno de los dones divinos que provienen del microcosmos que conforma nuestro organismo, tiene su correspondencia en una faceta o punto oscuro. Estos se desbordan en nosotros como sentimientos impropios e inadecuados para nosotros. Por esta razón debemos armonizar nuestros cuerpos y nuestras mentes. Por esto debemos lograr que nuestro espíritu manipule profundamente cada una de aquellas energías para hacerlas propicias a nuestros centros o puntos magnéticos. Esta es la razón por la cual el medio donde nos desenvolvemos en este mundo material, algunas veces nos genera perturbaciones en nuestro estado de ánimo, mental o inclusive físico. La forma de disminuir estas perturbaciones es a través de la transmutación y transformación de una esencia en otra similar, pero a la vez mas sublime. No se trata de cambiar por completo la esencia de un elemento. La transmutación se refiere a la sublimación de un elemento en otro de características similares, pero aun de un nivel energético superior. De esta forma se mantiene el principio de polaridad.
¿Como podríamos realizar esto? Debemos encontrar la antítesis de lo que queremos cambiar. Por ejemplo, si queremos controlar la ira, debemos trabajar en su antítesis que es la paciencia. Enfocando nuestra energía, exaltando nuestros centros energéticos y absorbiendo la atmosfera sutil que nos rodea, haciendo que de ella descienda aquello contrario al sentimiento análogo que sentimos, podemos empezar a transmutar aquel sentimiento, aquella sensación que nos perturba. Recordemos que no solo debemos nutrir nuestro organismo de alimento material. Nuestro Padre nos dio en cada partícula de cada organismo, agua y aun del mismo alimento sutil no solo para nuestro cuerpo sino para nuestra alma. Debemos alimentarnos de aquella energía sutil que nos envuelve. Tal vez la velocidad de nuestras existencias y nuestro pensamiento nos ha quitado la posibilidad de darnos un tiempo para meditar, vibrar y beber de aquella dulce miel de conocimiento.
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