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El Espíritu como mi Maestro y el pensamiento como Energía Transformadora

Foto del escritor: Conciencia CosmicaConciencia Cosmica


¿Cómo despertar mi Espíritu para que sea mi Maestro?


Se debe utilizar el discernimiento, diferenciar una cosa de otra, saber qué es grato y lo correcto a los Ojos de Dios.  Se manifiesta a su vez con las actitudes y pensamientos, fortaleciendo y expresando lo agradable al Padre y transformando aquello que no lo es.


¿Cómo puedo ponerlo en práctica y conectarme con mi Espíritu?


Tomar la decisión de iniciar el camino. Relajarnos y meditar. La relajación consiste en propiciar un ambiente de paz y tranquilidad en una atmósfera de silencio que facilite que el pensamiento no tenga distracciones, centrarnos en nuestras circunstancias de vida, permitiendo escuchar aquella voz interior, la voluntad aquella que nos aconseja lo que está bien o mal, determinar nuestras fortalezas y aquello que debemos transformar, así pues esta relajación es un ejercicio que facilita el reconocimiento de nuestro propio ser. La relajación se inicia con el control de la respiración, ésta debe hacerse profunda y lenta, para después soltar, aliviar y tranquilizar cada una de las partes del cuerpo iniciando por los pies hacia la cabeza, visualizando y formando una imagen mental de la parte del cuerpo que se está relajando;  cuando se ha logrado se inicia la meditación. La  meditación  es un proceso a través del cual se enfoca el pensamiento hacia un objetivo determinado para acercarse a la energía universal al elevar la mente al Altísimo. El pensamiento que debe prevalecer es que Dios es el centro de nuestra vida y el cumplimiento de sus preceptos básicos, Amar a Dios y no hacer a los  demás  lo  que no  queramos para nosotros, es el camino para lograr reencontrarnos con Él.


Para conectar con mi #Espíritu solo debo tomar la decisión e iniciar el camino, después aprender a relajarme y meditar.

¿Debemos convertirnos en mártires, santos o héroes para cumplir la Voluntad Divina?


En nuestra cotidianidad debemos obedecer el Mandato Divino, lo cual no necesita de esfuerzos sobrehumanos, tan solo el cumplir con nuestro oficio o profesión,  con cada  situación, desde la más sencilla hasta la más compleja, sentirnos y expresarnos dignos ante los Ojos del Padre. No se nos pide grandes esfuerzos, ni grandes batallas, simplemente que lo que hagamos y en donde estemos, seamos capaces de dar amor sin importar vanidades ni orgullos, que con nuestro día a día sirvamos en Su Nombre al prójimo.


El pensamiento como Energía Transformadora




El pensamiento es el medio por el cual logramos transformarnos y transformar nuestro entorno. La mente interactúa con el cuerpo, el cual posee todos y cada uno de los elementos creados por Dios, los cuales al aplicarles pensamiento forma, en concordancia con las Leyes Universales, son susceptibles de ser variados o influenciados.

De igual manera sucede con la energía que rodea estos elementos o con diversos estados  de  ánimo,  así pues a modo de ejemplo, podemos transformar sentimientos como aquellos de rechazo a unos de aceptación, pasar de la ira a la tranquilidad, de la agresión a la tolerancia, de agitación a la paciencia, o de ser impulsivos a la prudencia. Ahora bien, al darle a nuestro pensamiento forma o plasmarlo, podemos generar cambios enfocados al bien y a cumplir el Mandato Divino sin llegar a vulnerar el libre albedrío de las personas, pues toda causa trae su efecto y todo lo que se haga para  bien será  recompensado, pero lo que se haga para mal será sancionado, pues todos los actos repercuten en otros favorable o desfavorable, tanto en nosotros como en el entorno.


Somos unidad con Dios Padre


Somos artifices de cualquier situación diversa o diferente que acontezca en nuestro entorno, aquello trascenderá nuestro globo y a la vez trascenderá al cosmos;  porque cuando Dios creó, todo lo creó como una unidad, como algo complejo. Cada parte de lo que Él estaba creando transcendía en toda su creación, en todo lo que Él había creado. Él creó todas las cosas para que estuvieran entrelazadas,  todas estaban unidas, enlazadas, para que funcionaran de una manera lógica y acorde. En el género humano se dió la individualidad, el libre razonamiento, el libre albedrío,  nosotros podemos ante las cosas  tomar la decisión de qué es lo que nosotros queremos hacer, y en nosotros mismos está si lo hacemos de una manera o de la otra, según lo que nosotros hagamos, eso va a afectar no solo nuestra existencia, sino la existencia de muchos otros, va a generar una reacción a nivel del cosmos. Debemos ser conscientes y aprender hasta qué punto nuestros actos, nuestra vida cotidiana, nuestro diario transcurrir, afecta de una u otra manera lo que nos envuelve, lo que nos rodea y lo que trasciende hacia Dios.


Todos decimos en la infinidad de religiones que hay, que Dios está pendiente de nuestros actos, Dios es parte de nuestra propia vida, y nuestra propia existencia, que Dios está presente en cada cosa que nosotros hacemos, Él es nuestro Padre, es la esencia Divina que nos mueve, pero no somos conscientes hasta qué punto lo que nosotros estamos haciendo afecte de una u otra manera a otras partes de Dios mismo. Todos somos parte de Dios, fuimos creados a su imagen y semejanza, fuimos creados de Él y somos parte de Él,  pero somos muy diferentes unos de otros, muy diferentes porque tenemos ese libre albedrio, esa libertad, tenemos esa individualidad,  ¿hasta qué punto obramos o hacemos de acuerdo a lo que Dios espera? ese es el enigma que han tenido todas las religiones, ¿hasta qué punto nosotros como seres individuales estamos obrando de acuerdo con la voluntad de Dios o a nuestro propio criterio?  Nosotros muchas veces decimos, esto está bien, esto está mal, pero yo hago esto porque es lo que más me conviene, ¿puede estar Dios de acuerdo? sí, Dios puede estar de acuerdo o no. Dios hizo una salvedad,  y es que en ese entorno  en que cada cual puede hacer lo que le dicte  su individualidad, su propio albedrio, va a generar que si nosotros con la actitud que tomamos estamos haciendo algo que nos beneficie, pero de una u otra  manera perjudique a alguien, también ese perjuicio que aparentemente se le causó a esa persona se verá librado en algo que equilibre las cosas, para que ese equilibrio, esa armonía,  se dé y se compense las fuerzas, pues todos y todo somos parte de Dios. El creer que no formamos una unidad, un tejido, un todo con el Padre, es lo que le da fuerza y vigor a ese error que por soberbia cometimos cuando creímos ser iguales al Creador y no deberle obediencia, rebelándonos contra Él.  Ahora que estamos en éste camino de redención y que a través de esta materia se nos da la oportunidad de alcanzar aquello que por gracia del Altísimo teníamos y dejamos, es cuando debemos rechazar sin objeción alguna, esa idea de separación, de que cada uno es una isla sin causas ni consecuencias, sin entorno.

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